CURSO SUPERIOR TRIENAL: UNA EXPERIENCIA ESTUDIANTIL RECORDADA
DESPUÉS DE UN CUARTO DE SIGLO
Dr. José Héctor Soria.
Promoción 1984 - Curso Superior de Especialización en Cirugía Plástica.
Profesor Auxiliar del Curso Superior de Especialización de la SACPER – Escuela de Postgrado de la Asociación Médica Argentina (AMA).
Doctor en Medicina (USAL).
Médico del Servicio de Cirugía Plástica del Hospital Municipal de Oncología “Maria Curie” (GCBA).
“El médico que sólo sabe medicina, ni medicina sabe”.
Dr. Gregorio Marañón (español, 1887-1960)
Escribo estas líneas en respuesta a un pedido de las autoridades del Curso Superior Trienal en razón de mi experiencia como ex –alumno y actual docente del mismo.
Mis primeros pasos. Vocación y necesidades.
Salí de Catamarca, mi tierra natal en 1966, para estudiar medicina en la Universidad Nacional de Córdoba. Una vez recibido de médico, en 1972, inicié mi aprendizaje en cirugía general. Como el director de dicho Curso era cirujano plástico, allí se despertó en mí la vocación por la cirugía plástica. En razón de ello, buscando concretar mi anhelo, me trasladé en 1975, a Buenos Aires. Primero asistí durante un año al Hospital Central del Quemado, cuyo Jefe de Servicio era el Dr. Hugo Néstor Arufe. Luego, pasé al Hospital de Clínicas, cuyo Jefe de Servicio era el Dr. Raúl Esteban Laguinge, donde permanecí casi tres años participando de todas las actividades asistenciales.
De mi paso por estos dos Servicios, había advertido la inmensidad de la especialidad y la gran cantidad de información que debía tener para ejercer con idoneidad esta rama del arte de curar.
La realidad es que sentía la necesidad de recibir una formación sistematizada y ordenada; y deseaba rotar por varios hospitales representativos de cada sub-especialidad. Para ello, en esa época, había solamente dos opciones: la Carrera de Especialista de la Universidad del Salvador (con siete años de vida) y el Curso Superior Tri-anual de la SACPER (con cuatro años desde su creación). Este último no era arancelado; hecho no despreciable, a la hora de optar, para un joven que se inicia y que posee una entrada económica ajustada e irregular.
El Curso Superior Trianual. Ingreso, rotaciones y promoción.
El examen de ingreso en la SACPER consistía de una selección de curriculum y una entrevista personal. Nos solicitaban experiencia en cirugía general o traumatología. De entre varios postulantes, tuve la suerte de aprobar dicho examen, formando parte de los cuatro médicos elegidos ese año. Yo era el único que provenía del interior del país.
Ingresamos al Curso en 1981, cuando era presidente de la SACPER, el Dr. Raúl E. Laguinge. El director del Curso, el Dr. Paulino Morales, nos explicó como iban a ser nuestras rotaciones, las características y otros detalles que nosotros estábamos ávidos por conocer. Nos dividieron en dos grupos. De esta manera, alterné mis rotaciones con mis otros dos compañeros de rotaciones que logramos finalizar la cursada, los Dres. Juan Carlos Tagliapietra y José Ignacio Rodríguez. Todavía hoy, sellamos nuestros encuentros con un largo y fuerte abrazo, como queriendo prolongar aquellas imborrables y ricas experiencias vividas.
Mi primera materia fue Cirugía Plástica Infantil y debíamos concurrir al Hospital de Niños “Ricardo Gutiérrez”. El Jefe de Servicio era el Dr. Oscar Mallo, estando secundado por el Dr. Pedro Luis Dogliotti, la Dra. Susana Ruiz y el Dr. Héctor Salvador Marino (hijo), entre otros. Recuerdo que Mallo nos escuchaba y solucionaba los problemas con suma practicidad y rapidez, un verdadero facilitador de nuestra enseñanza y del quehacer cotidiano profesional.
Mi segunda rotación fue realizada en el Hospital Municipal de Quemados, siendo el Jefe del Servicio -ahora- el Dr. Alberto Carlos Otero. Lo acompañaban, entre otros, los Dres. Víctor Nacif Cabrera y Vicente Hugo Bertone. Recuerdo la autoridad con que impartía las clases el Dr. Otero. En este Servicio sentí la familiaridad que me dio el haber pasado años atrás por él.
Mi tercera rotación fue en Cirugía Maxilofacial en el Hospital Aráoz Alfaro, de Lanús, con el Dr. Flavio Sturla. Allí aprendí a darle mucha importancia a las disecciones anatómicas, como paso previo fundamental al trabajo asistencial de quirófano. Recordamos el trabajo de experimentación que hacía Sturla sobre traumatismos cráneo-máxilo-faciales. Nos sorprendía la iniciativa, la dedicación y el esfuerzo puesto en todas estas investigaciones anátomo-quirúrgicas. Todo era muy singular, tal vez debida por un lado, a la misma sub-especialidad y por el otro, a la personalidad del propio Sturla, hombre apasionado con su trabajo y entregado de lleno a la docencia.
La cuarta rotación fue Miembros con el Dr. Néstor Maquieira, el creador del Curso Superior. Allí aprendimos que la cirugía de mano estaba dentro de nuestra especialidad y que nosotros los plásticos teníamos un enfoque diferente al de los traumatólogos de aquel entonces. Recuerdo a Maquieira como un profesor tranquilo, súper educado, meticuloso y con una forma suave de decir las cosas. Inclusive cuando debía hacernos observaciones y reprimendas. Nos dejó la impresión de una persona de mucho carácter y con una gran bonhomía. Maquieira no se conformaba con los límites convencionales de la medicina, porque su vocación lo empujaba a ser un humanista abierto a todas las posibilidades cotidianas.
Luego vino el tiempo de la estética, la quinta rotación, en el Hospital Ignacio Pirovano, cuyo Jefe de Servicio era el Dr. Raúl E. Fernández Humble. Allí también se respiraba una atmósfera de gran respeto y estudio. Era un centro de referencia para consultas, utilizados por otros profesionales, ya sea para saber qué hacer en una cirugía estética o para buscar la solución de complicaciones postoperatorias. Los pacientes si bien no tenían la exigencia que presentan en la actualidad, eran lejos, de todas las rotaciones que había hecho, los más demandantes. Acompañaban al Jefe en ese Servicio, los Dres. Jorge Alberto Herrera y Luis Joaquín Heredia, entre otros.
Finalmente, vino la última rotación, cirugía plástica oncológica en el Hospital Juan Fernández, cuyo Jefe era el Dr. Héctor F. La Ruffa. Allí lo acompañaban los Dres. José Marcelino Robles, Jorge Raúl Patané y Martín Saubidet, entre otros. Como era de esperar, allí aprendimos los colgajos de cabeza y cuello que eran los preferidos por La Ruffa; excelente cirujano, que unía las especialidades de Cirugía General, Cabeza y Cuello y Plástica, logrando amplias resecciones con reconstrucciones inmediatas y diferidas. Era la época del fin de los colgajos tubulados y el inicio de los colgajos musculares, fascio-cutáneos y mio-cutáneos.
En todas las rotaciones, el proceso de aprendizaje era similar. Se trataba de una enseñanza guiada por un médico de planta en el consultorio, en la sala de internación y en el quirófano. Tenía un componente fundamentalmente práctico. La teoría se impartía en los Ateneos Clínico-quirúrgicos del Servicio y en la exposición de los casos problemas, en los que por supuesto teníamos una participación activa. Además debíamos concurrir a las reuniones de los martes de la Sociedad de Cirugía Plástica, en la AMA, donde complementábamos la formación teórica. También nos incentivaban a concurrir al Congreso Argentino de Cirugía Plástica.
Recuerdo la emoción que me embargó cuando recibí, en la Sesión Pública Solemne, el título de especialista firmado por el Presidente de la SACPER de aquel entonces, el Dr. Carlos Alberto Caviglia, por el Secretario General, el Dr. Manuel A. Viñal y por el mismo Director del Curso, el Dr. Paulino Morales.
La evocación y el mensaje del Curso Superior.
Esas rotaciones hospitalarias las evoco con nostalgia, porque forman parte de mi historia profesional y personal. Por aquellos Jefes de Servicio, que tenían a su cargo la docencia de esas asignaturas del Curso Superior, junto con sus médicos de planta, sólo siento un legítimo agradecimiento y sincera admiración. Nosotros, ahora, a un cuarto de siglo de aquella época, los ex-jóvenes, aún los seguimos llamando “maestros”, con profunda convicción. No faltaba alguno, como Sturla, que además agregaba su laboratorio de investigación para contagiarnos y “nutrirnos” de algo diferente.
O como el caso del Dr. Paulino Morales, del cual puedo relatar la siguiente anécdota: en Abril de 1982, mientras rotaba por el Hospital de Quemados, ante la solicitud de permiso para viajar como cirujano a Malvinas, accedió de inmediato, expresándome sin ocultar su satisfacción, que mi permanencia regular en el curso no iba a tener menoscabo. A mi regreso, en vista de haber sido invitado a relatar, en una sesión de la SACPER, la experiencia médica vivida, el Dr. Morales me marcó las pautas y me proveyó del material necesario para que dicha exposición fuese cumplida con éxito. Este apoyo desinteresado, merece ser difundido, y habla por si solo, de la calidad de los docentes (“maestros”) que tuvimos.
Nos inculcaron el deseo de aprender (enseñar), investigar y brindar asistencia, que son en definitiva, los tres pilares en que se basa nuestra vida profesional: la docencia, la investigación y la asistencia.
A cada uno de estos Servicios los recuerdo como maravillosos templos de formación, cuyas puertas se traspasaban con gran respeto, porque ahí se encontraba la sabiduría científica y los valores humanos. Eran la fuente de conocimiento y el taller del aprendizaje más completo que podíamos tener en ese entonces.
El ciclo docente del Curso Superior.
Aquellos jefes-docentes que estaban a cargo de los distintos Servicios-Cátedras se han retirado hoy día de la vida hospitalaria. Hoy han tomado la titularidad quienes fueron en su momento sus colaboradores. Simultáneamente, surgió un nuevo grupo de docentes, una tercera línea que colaborando con los anteriores, los sucederá oportunamente.
Hoy en el momento de escribir estas líneas, he iniciado mi sexta década de vida y he cumplido 25 años de la obtención del título de especialista en Cirugía Plástica. El destino quiso que esté nuevamente en el Curso Superior Trienal, pero esta vez como docente del mismo y bajo la dirección del Dr. Ricardo Losardo; devolviendo a los jóvenes cirujanos que desean especializarse, lo que recibí de mis maestros. De esta manera, uno completa los ciclos que tiene la vida. En la actualidad me desempeño en el Hospital Municipal de Oncología “Marie Curie” participando activamente en la tarea docente del mismo Curso Superior de la SACPER y coincidentemente, también en la Carrera de Especialista de la USAL.
Dirección del autor
Yerbal 942
(1405) Capital Federal
4921-3187
[email protected]
Publicado en Revista Argentina de Cirugía Plástica - Vol XV - Nº 4 - año 2009 - pág. 192-193.
Promoción 1984 - Curso Superior de Especialización en Cirugía Plástica.
Profesor Auxiliar del Curso Superior de Especialización de la SACPER – Escuela de Postgrado de la Asociación Médica Argentina (AMA).
Doctor en Medicina (USAL).
Médico del Servicio de Cirugía Plástica del Hospital Municipal de Oncología “Maria Curie” (GCBA).
“El médico que sólo sabe medicina, ni medicina sabe”.
Dr. Gregorio Marañón (español, 1887-1960)
Escribo estas líneas en respuesta a un pedido de las autoridades del Curso Superior Trienal en razón de mi experiencia como ex –alumno y actual docente del mismo.
Mis primeros pasos. Vocación y necesidades.
Salí de Catamarca, mi tierra natal en 1966, para estudiar medicina en la Universidad Nacional de Córdoba. Una vez recibido de médico, en 1972, inicié mi aprendizaje en cirugía general. Como el director de dicho Curso era cirujano plástico, allí se despertó en mí la vocación por la cirugía plástica. En razón de ello, buscando concretar mi anhelo, me trasladé en 1975, a Buenos Aires. Primero asistí durante un año al Hospital Central del Quemado, cuyo Jefe de Servicio era el Dr. Hugo Néstor Arufe. Luego, pasé al Hospital de Clínicas, cuyo Jefe de Servicio era el Dr. Raúl Esteban Laguinge, donde permanecí casi tres años participando de todas las actividades asistenciales.
De mi paso por estos dos Servicios, había advertido la inmensidad de la especialidad y la gran cantidad de información que debía tener para ejercer con idoneidad esta rama del arte de curar.
La realidad es que sentía la necesidad de recibir una formación sistematizada y ordenada; y deseaba rotar por varios hospitales representativos de cada sub-especialidad. Para ello, en esa época, había solamente dos opciones: la Carrera de Especialista de la Universidad del Salvador (con siete años de vida) y el Curso Superior Tri-anual de la SACPER (con cuatro años desde su creación). Este último no era arancelado; hecho no despreciable, a la hora de optar, para un joven que se inicia y que posee una entrada económica ajustada e irregular.
El Curso Superior Trianual. Ingreso, rotaciones y promoción.
El examen de ingreso en la SACPER consistía de una selección de curriculum y una entrevista personal. Nos solicitaban experiencia en cirugía general o traumatología. De entre varios postulantes, tuve la suerte de aprobar dicho examen, formando parte de los cuatro médicos elegidos ese año. Yo era el único que provenía del interior del país.
Ingresamos al Curso en 1981, cuando era presidente de la SACPER, el Dr. Raúl E. Laguinge. El director del Curso, el Dr. Paulino Morales, nos explicó como iban a ser nuestras rotaciones, las características y otros detalles que nosotros estábamos ávidos por conocer. Nos dividieron en dos grupos. De esta manera, alterné mis rotaciones con mis otros dos compañeros de rotaciones que logramos finalizar la cursada, los Dres. Juan Carlos Tagliapietra y José Ignacio Rodríguez. Todavía hoy, sellamos nuestros encuentros con un largo y fuerte abrazo, como queriendo prolongar aquellas imborrables y ricas experiencias vividas.
Mi primera materia fue Cirugía Plástica Infantil y debíamos concurrir al Hospital de Niños “Ricardo Gutiérrez”. El Jefe de Servicio era el Dr. Oscar Mallo, estando secundado por el Dr. Pedro Luis Dogliotti, la Dra. Susana Ruiz y el Dr. Héctor Salvador Marino (hijo), entre otros. Recuerdo que Mallo nos escuchaba y solucionaba los problemas con suma practicidad y rapidez, un verdadero facilitador de nuestra enseñanza y del quehacer cotidiano profesional.
Mi segunda rotación fue realizada en el Hospital Municipal de Quemados, siendo el Jefe del Servicio -ahora- el Dr. Alberto Carlos Otero. Lo acompañaban, entre otros, los Dres. Víctor Nacif Cabrera y Vicente Hugo Bertone. Recuerdo la autoridad con que impartía las clases el Dr. Otero. En este Servicio sentí la familiaridad que me dio el haber pasado años atrás por él.
Mi tercera rotación fue en Cirugía Maxilofacial en el Hospital Aráoz Alfaro, de Lanús, con el Dr. Flavio Sturla. Allí aprendí a darle mucha importancia a las disecciones anatómicas, como paso previo fundamental al trabajo asistencial de quirófano. Recordamos el trabajo de experimentación que hacía Sturla sobre traumatismos cráneo-máxilo-faciales. Nos sorprendía la iniciativa, la dedicación y el esfuerzo puesto en todas estas investigaciones anátomo-quirúrgicas. Todo era muy singular, tal vez debida por un lado, a la misma sub-especialidad y por el otro, a la personalidad del propio Sturla, hombre apasionado con su trabajo y entregado de lleno a la docencia.
La cuarta rotación fue Miembros con el Dr. Néstor Maquieira, el creador del Curso Superior. Allí aprendimos que la cirugía de mano estaba dentro de nuestra especialidad y que nosotros los plásticos teníamos un enfoque diferente al de los traumatólogos de aquel entonces. Recuerdo a Maquieira como un profesor tranquilo, súper educado, meticuloso y con una forma suave de decir las cosas. Inclusive cuando debía hacernos observaciones y reprimendas. Nos dejó la impresión de una persona de mucho carácter y con una gran bonhomía. Maquieira no se conformaba con los límites convencionales de la medicina, porque su vocación lo empujaba a ser un humanista abierto a todas las posibilidades cotidianas.
Luego vino el tiempo de la estética, la quinta rotación, en el Hospital Ignacio Pirovano, cuyo Jefe de Servicio era el Dr. Raúl E. Fernández Humble. Allí también se respiraba una atmósfera de gran respeto y estudio. Era un centro de referencia para consultas, utilizados por otros profesionales, ya sea para saber qué hacer en una cirugía estética o para buscar la solución de complicaciones postoperatorias. Los pacientes si bien no tenían la exigencia que presentan en la actualidad, eran lejos, de todas las rotaciones que había hecho, los más demandantes. Acompañaban al Jefe en ese Servicio, los Dres. Jorge Alberto Herrera y Luis Joaquín Heredia, entre otros.
Finalmente, vino la última rotación, cirugía plástica oncológica en el Hospital Juan Fernández, cuyo Jefe era el Dr. Héctor F. La Ruffa. Allí lo acompañaban los Dres. José Marcelino Robles, Jorge Raúl Patané y Martín Saubidet, entre otros. Como era de esperar, allí aprendimos los colgajos de cabeza y cuello que eran los preferidos por La Ruffa; excelente cirujano, que unía las especialidades de Cirugía General, Cabeza y Cuello y Plástica, logrando amplias resecciones con reconstrucciones inmediatas y diferidas. Era la época del fin de los colgajos tubulados y el inicio de los colgajos musculares, fascio-cutáneos y mio-cutáneos.
En todas las rotaciones, el proceso de aprendizaje era similar. Se trataba de una enseñanza guiada por un médico de planta en el consultorio, en la sala de internación y en el quirófano. Tenía un componente fundamentalmente práctico. La teoría se impartía en los Ateneos Clínico-quirúrgicos del Servicio y en la exposición de los casos problemas, en los que por supuesto teníamos una participación activa. Además debíamos concurrir a las reuniones de los martes de la Sociedad de Cirugía Plástica, en la AMA, donde complementábamos la formación teórica. También nos incentivaban a concurrir al Congreso Argentino de Cirugía Plástica.
Recuerdo la emoción que me embargó cuando recibí, en la Sesión Pública Solemne, el título de especialista firmado por el Presidente de la SACPER de aquel entonces, el Dr. Carlos Alberto Caviglia, por el Secretario General, el Dr. Manuel A. Viñal y por el mismo Director del Curso, el Dr. Paulino Morales.
La evocación y el mensaje del Curso Superior.
Esas rotaciones hospitalarias las evoco con nostalgia, porque forman parte de mi historia profesional y personal. Por aquellos Jefes de Servicio, que tenían a su cargo la docencia de esas asignaturas del Curso Superior, junto con sus médicos de planta, sólo siento un legítimo agradecimiento y sincera admiración. Nosotros, ahora, a un cuarto de siglo de aquella época, los ex-jóvenes, aún los seguimos llamando “maestros”, con profunda convicción. No faltaba alguno, como Sturla, que además agregaba su laboratorio de investigación para contagiarnos y “nutrirnos” de algo diferente.
O como el caso del Dr. Paulino Morales, del cual puedo relatar la siguiente anécdota: en Abril de 1982, mientras rotaba por el Hospital de Quemados, ante la solicitud de permiso para viajar como cirujano a Malvinas, accedió de inmediato, expresándome sin ocultar su satisfacción, que mi permanencia regular en el curso no iba a tener menoscabo. A mi regreso, en vista de haber sido invitado a relatar, en una sesión de la SACPER, la experiencia médica vivida, el Dr. Morales me marcó las pautas y me proveyó del material necesario para que dicha exposición fuese cumplida con éxito. Este apoyo desinteresado, merece ser difundido, y habla por si solo, de la calidad de los docentes (“maestros”) que tuvimos.
Nos inculcaron el deseo de aprender (enseñar), investigar y brindar asistencia, que son en definitiva, los tres pilares en que se basa nuestra vida profesional: la docencia, la investigación y la asistencia.
A cada uno de estos Servicios los recuerdo como maravillosos templos de formación, cuyas puertas se traspasaban con gran respeto, porque ahí se encontraba la sabiduría científica y los valores humanos. Eran la fuente de conocimiento y el taller del aprendizaje más completo que podíamos tener en ese entonces.
El ciclo docente del Curso Superior.
Aquellos jefes-docentes que estaban a cargo de los distintos Servicios-Cátedras se han retirado hoy día de la vida hospitalaria. Hoy han tomado la titularidad quienes fueron en su momento sus colaboradores. Simultáneamente, surgió un nuevo grupo de docentes, una tercera línea que colaborando con los anteriores, los sucederá oportunamente.
Hoy en el momento de escribir estas líneas, he iniciado mi sexta década de vida y he cumplido 25 años de la obtención del título de especialista en Cirugía Plástica. El destino quiso que esté nuevamente en el Curso Superior Trienal, pero esta vez como docente del mismo y bajo la dirección del Dr. Ricardo Losardo; devolviendo a los jóvenes cirujanos que desean especializarse, lo que recibí de mis maestros. De esta manera, uno completa los ciclos que tiene la vida. En la actualidad me desempeño en el Hospital Municipal de Oncología “Marie Curie” participando activamente en la tarea docente del mismo Curso Superior de la SACPER y coincidentemente, también en la Carrera de Especialista de la USAL.
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Publicado en Revista Argentina de Cirugía Plástica - Vol XV - Nº 4 - año 2009 - pág. 192-193.