LA FORMACION: UN CAMINO INCIERTO
QUE VALE LA PENA RECORRER
Dr. Hugo Alberto Drago.
Promoción 1990 - Curso Superior de Especialización en Cirugía Plástica
Jefe del Banco de Tejidos del Hospital de Quemados (GACBA)
Coordinador del Equipo de Cirugía de Máxilofacial y Cirugía Plástica del Dr. Flavio Sturla
Uno planifica su vida: terminar la carrera universitaria, ingresar a la residencia de cirugía general, ser MAAC, hacer los cursos de especialización, ganar una Beca en el exterior, y de repente… un pequeño o gran acontecimiento, hace que cambien de rumbo todos nuestros proyectos…
Pero muchas veces, el volver a comenzar no sólo encierra incertidumbre sino que abre nuevos caminos a explorar.
Muchos afirman que no hay casualidades sino causalidades y que las oportunidades fluyen en torno de nosotros, sólo hay que aprender a verlas y subirse al tren. Un poco, es el resumen, por el cual las circunstancias me llevaron a comenzar el Curso Trienal de Cirugía Plástica de la SACPER.
El camino incierto al Curso.
Conocí a Alberto Carlos Otero (conocido por el sobrenombre de Charly) en ocasión de una explosión de un silo en el puerto de Ing. White, en Bahía Blanca. Las circunstancias personales me hacían dudar de viajar a Europa para completar mi formación en transplante hepático. Por lo tanto, me anoté para el examen en la Carrera de la Universidad del Salvador, tenía la fecha y la hora, por lo que viajé de Bahía Blanca a Buenos Aires; pero no me avisaron que -por razones especiales- debieron adelantar el examen y entonces quedé fuera del concurso y me dijeron que volviera al año siguiente. Como comprenderán mis ilusiones por el piso.
En la puerta de la Universidad pensé que quizás podía visitar el Hospital de Quemados, no tenía mucho que perder. Fue grande la sorpresa al encontrarme en las escalinatas a Otero, que con una amplia carcajada me invitó a pasar, no podíacreer que se acordara de mí; y me dijo que dejara el currículum y me presentara a examen, dado que al día siguiente se tomaba el ingreso a la concurrencia.
Ese año, Silvia Bossi, Carlos Sereday y yo, comenzamos como concurrentes en la especialidad. Ese mismo día, conocía a Guillermo Flaherty, ya que por esos años habían cerrado la Unidad de Quemados del Hospital Ramos Mejía y lo habían reasignado a la Unidad de Adultos en el 2º piso. Ese fue mi primer lugar de tarea luego del examen, y me aconsejó que intentara ingresar en el Curso de la SACPER, que comenzaba a mitad de año. Ese día fui a la secretaría de la AMA, dejé mi curriculum y esperé la fecha del examen.
Mientras cumplía la concurrencia, Otero se apegó a nosotros controlando y exigiéndonos hasta el punto de la persecución. Un día, al ver mi desesperación, Elena Bertolotto (en ese momento Jefa de Unidad Quemados Adultos) me dijo: “lo que les pasa con Otero es por que él ve algo en ustedes, empiecen a preocuparse cuando los ignore”.
Otero fue mi maestro, entraba a quirófano sin previo aviso y al segundo estaba en el quirófano de plástica operando una mano; de repente lo veíamos caminar por el pasillo de la sala de internación, donde había revisado las indicaciones que estaban incompletas; estaba en todos lados y si bien sentíamos su dureza también sentíamos su eterno espíritu de niño, capaz de venir a curar un domingo al paciente y cuando se terminaba la curación, festejaba abriendo una botella de su champán favorito.
Jorge Ciechomsky es otro personaje clave de este relato. Nos conocimos en un curso privado para el ingreso a la Facultad de Medicina de la UBA. Casi no nos vimos durante la carrera y nos reencontramos en la residencia de cirugía general del Hospital Ferroviario. Años después, en el día del examen del Curso de SACPER, nos volvimos a encontrar. Qué curiosas son las vueltas de la vida cuando uno las analiza en el tiempo.
Otero no quería perder a un concurrente, esos fueron días tensos; sumado a esto, la duda, si era correcta la decisión de ingresar al Curso Superior Trienal.
Un mediodía bajando, con Guillermo Flaherty, la escalera del hospital que va del 1º a la planta baja me dice, “Otero está equivocado, el Curso te va permitir observar otras visiones de la especialidad”. Fue así que no hubo más duda y comencé el Curso Trienal el 1º de julio de 1987.
Mis rotaciones en el Curso Trienal.
La primera rotación, fue en Hospital de Quemados y eso fue una forma de hacer las paces con Otero en lo que respecta al Curso.
La siguiente rotación fue pediatría, los primeros tres meses de la 2º rotación coincidió con la apertura del Servicio de Cirugía Plástica del Hospital Garrahan, bajo la jefatura del Dr. Pedro Dogliotti, los 3 meses restantes de la rotación las cumplí en Hospital Gutiérrez, en el Servicio dirigido por la Dra. Susana Ruiz.
El segundo año, comencé la rotación con el Dr. Flavio Sturla, en el Policlínico de Lanús, me preguntó como me llamaba: “Drago, ¿cómo el sifón?”.
La cantidad de idas al quirófano y a lamorgue por día era impresionante. Flavio, que sigue siendo un incansable, nos obligaba a todos a mantenernos en un óptimo entrenamiento atlético dado que los ascensores no funcionaban y el consejo de los anteriores rotantes era “...marcarlo a Sturla hombre a hombre, porque se te perdía en la primera esquina.”
Ni hablar de la primera carrera por la playa de estacionamiento del hospital cuando íbamos camino a la morgue. Flavio al grito de “GATO GATO”, persiguiendo al asustado felino. Por supuesto, no lo alcanzamos. La explicación tenía profundas raíces históricas. Los genoveses odian a los gatos desde que fueron sitiados por los turcos y no tenían comida… Por eso, la peor ofensa para un genovés es ser llamado MANGIA GATTI.
De esa rotación tan intensa pasamos a la reflexiva rotación con un “SEÑOR”, el Dr. Néstor Maquieira. Tranquilo y generoso, nos invitaba a acompañarlo al Hospital Somer en la localidad de General Rodríguez, todo un programa de sábado.
El último año, fue la rotación en cabeza y cuello, con el Dr. Pablo Curuchet en el Hospital Escuela San Martín. Grandes cirugías, mucha participación y en esos tiempos la necesidad de poder abarcar todo en su Servicio: biblioteca, patólogo, cirujano plástico, todo bajo su control, su mirada estaba en todo, fue una gran experiencia.
Cirugía estética fue mi última rotación y tuve la oportunidad de elegir donde concurrir. No tuve dudas de cursarla en el Hospital de Quemados con otro gran maestro, el Dr. Víctor Nacif Cabrera.
Egresé a mediados de 1990 y durante esos tres años, el Director de Curso, el Dr. Paulino Morales nos invitaba a participar en sus cirugías dado que élquería periódicamente tener contacto con sus cursitas e intercambiar opiniones respecto de las rotaciones.
Los que marcaron mi incierto futuro.
Guillermo Flaherty no se equivocó y siempre le estaré agradecido por su sabio consejo. Fue para mí muy importante conocer y poder trabajar codo a codo en todos estos Servicios.
Un espacio especial en este relato, lo deben ocupar Carlos Otero y Flavio M. Sturla. Otero fue una pérdida irreparable para el Hospital, su muerte temprana dejó un vacío que nunca nadie llenó. Mientras el primer equipo de quemados de Otero asistía a un sobrino de Flavio gravemente quemado, un fin de año y cerca del alta del paciente, le propone a Sturla crear un equipo de trauma facial. Otero le iba a dar uno de lo suyos, con sorpresa para todos, el elegido fui yo; sin consulta previa y con alguna resistencia interior asumí el compromiso. Hoy como todos saben, Flavio es en muchos sentidos, mi padre.
Como anécdota, hoy día Flavio Sturla con sus 79 años (nació el 17 de febrero de 1930), invita a los alumnos a su casa, por la mañana o por la tarde, media lunas de por medio, los días viernes, sábados o domingos, a compartir sus clases teóricas. Además los lleva al consultorio y a los diferentes sanatorios donde intervenimos. De esta manera, participan también de las cirugías; y todas las semanas se les brinda el programa de las cirugías con su lugar y fecha. Creo que la actitud docente de Flavio es innata, pero independientemente de un físico privilegiado y cerebro mejor, en estos tiempos de mezquindad generalizada, un ejemplo como éste merece ser resaltado. Yo sé que a Flavio no le gustan las alabanzas, prefiere que lo recuerden con una sonrisa y el abrazo en el encuentro casual en algún Congreso.
Desde el comienzo de la Carrera uno busca un MAESTRO que lo guíe, puede ser que sean varios los que marquen nuestro incierto futuro. Lo cierto que la rueda de la causalidad está en permanente movimiento y este relato es un ejemplo.
Esfuerzo, humildad, constancia en tratar de conquistar los sueños y por sobre todo, hacer siempre lo que nos haga feliz. Este es el relato de un hombre feliz.
Dirección del autor:
Suipacha 1087 – Piso 12 “A”
(1008) Capital Federal
4312-2965
[email protected]
Publicado en Revista Argentina de Cirugía Plástica - Vol XV - Nº 4 - año 2009 - pág. 189-190.
Promoción 1990 - Curso Superior de Especialización en Cirugía Plástica
Jefe del Banco de Tejidos del Hospital de Quemados (GACBA)
Coordinador del Equipo de Cirugía de Máxilofacial y Cirugía Plástica del Dr. Flavio Sturla
Uno planifica su vida: terminar la carrera universitaria, ingresar a la residencia de cirugía general, ser MAAC, hacer los cursos de especialización, ganar una Beca en el exterior, y de repente… un pequeño o gran acontecimiento, hace que cambien de rumbo todos nuestros proyectos…
Pero muchas veces, el volver a comenzar no sólo encierra incertidumbre sino que abre nuevos caminos a explorar.
Muchos afirman que no hay casualidades sino causalidades y que las oportunidades fluyen en torno de nosotros, sólo hay que aprender a verlas y subirse al tren. Un poco, es el resumen, por el cual las circunstancias me llevaron a comenzar el Curso Trienal de Cirugía Plástica de la SACPER.
El camino incierto al Curso.
Conocí a Alberto Carlos Otero (conocido por el sobrenombre de Charly) en ocasión de una explosión de un silo en el puerto de Ing. White, en Bahía Blanca. Las circunstancias personales me hacían dudar de viajar a Europa para completar mi formación en transplante hepático. Por lo tanto, me anoté para el examen en la Carrera de la Universidad del Salvador, tenía la fecha y la hora, por lo que viajé de Bahía Blanca a Buenos Aires; pero no me avisaron que -por razones especiales- debieron adelantar el examen y entonces quedé fuera del concurso y me dijeron que volviera al año siguiente. Como comprenderán mis ilusiones por el piso.
En la puerta de la Universidad pensé que quizás podía visitar el Hospital de Quemados, no tenía mucho que perder. Fue grande la sorpresa al encontrarme en las escalinatas a Otero, que con una amplia carcajada me invitó a pasar, no podíacreer que se acordara de mí; y me dijo que dejara el currículum y me presentara a examen, dado que al día siguiente se tomaba el ingreso a la concurrencia.
Ese año, Silvia Bossi, Carlos Sereday y yo, comenzamos como concurrentes en la especialidad. Ese mismo día, conocía a Guillermo Flaherty, ya que por esos años habían cerrado la Unidad de Quemados del Hospital Ramos Mejía y lo habían reasignado a la Unidad de Adultos en el 2º piso. Ese fue mi primer lugar de tarea luego del examen, y me aconsejó que intentara ingresar en el Curso de la SACPER, que comenzaba a mitad de año. Ese día fui a la secretaría de la AMA, dejé mi curriculum y esperé la fecha del examen.
Mientras cumplía la concurrencia, Otero se apegó a nosotros controlando y exigiéndonos hasta el punto de la persecución. Un día, al ver mi desesperación, Elena Bertolotto (en ese momento Jefa de Unidad Quemados Adultos) me dijo: “lo que les pasa con Otero es por que él ve algo en ustedes, empiecen a preocuparse cuando los ignore”.
Otero fue mi maestro, entraba a quirófano sin previo aviso y al segundo estaba en el quirófano de plástica operando una mano; de repente lo veíamos caminar por el pasillo de la sala de internación, donde había revisado las indicaciones que estaban incompletas; estaba en todos lados y si bien sentíamos su dureza también sentíamos su eterno espíritu de niño, capaz de venir a curar un domingo al paciente y cuando se terminaba la curación, festejaba abriendo una botella de su champán favorito.
Jorge Ciechomsky es otro personaje clave de este relato. Nos conocimos en un curso privado para el ingreso a la Facultad de Medicina de la UBA. Casi no nos vimos durante la carrera y nos reencontramos en la residencia de cirugía general del Hospital Ferroviario. Años después, en el día del examen del Curso de SACPER, nos volvimos a encontrar. Qué curiosas son las vueltas de la vida cuando uno las analiza en el tiempo.
Otero no quería perder a un concurrente, esos fueron días tensos; sumado a esto, la duda, si era correcta la decisión de ingresar al Curso Superior Trienal.
Un mediodía bajando, con Guillermo Flaherty, la escalera del hospital que va del 1º a la planta baja me dice, “Otero está equivocado, el Curso te va permitir observar otras visiones de la especialidad”. Fue así que no hubo más duda y comencé el Curso Trienal el 1º de julio de 1987.
Mis rotaciones en el Curso Trienal.
La primera rotación, fue en Hospital de Quemados y eso fue una forma de hacer las paces con Otero en lo que respecta al Curso.
La siguiente rotación fue pediatría, los primeros tres meses de la 2º rotación coincidió con la apertura del Servicio de Cirugía Plástica del Hospital Garrahan, bajo la jefatura del Dr. Pedro Dogliotti, los 3 meses restantes de la rotación las cumplí en Hospital Gutiérrez, en el Servicio dirigido por la Dra. Susana Ruiz.
El segundo año, comencé la rotación con el Dr. Flavio Sturla, en el Policlínico de Lanús, me preguntó como me llamaba: “Drago, ¿cómo el sifón?”.
La cantidad de idas al quirófano y a lamorgue por día era impresionante. Flavio, que sigue siendo un incansable, nos obligaba a todos a mantenernos en un óptimo entrenamiento atlético dado que los ascensores no funcionaban y el consejo de los anteriores rotantes era “...marcarlo a Sturla hombre a hombre, porque se te perdía en la primera esquina.”
Ni hablar de la primera carrera por la playa de estacionamiento del hospital cuando íbamos camino a la morgue. Flavio al grito de “GATO GATO”, persiguiendo al asustado felino. Por supuesto, no lo alcanzamos. La explicación tenía profundas raíces históricas. Los genoveses odian a los gatos desde que fueron sitiados por los turcos y no tenían comida… Por eso, la peor ofensa para un genovés es ser llamado MANGIA GATTI.
De esa rotación tan intensa pasamos a la reflexiva rotación con un “SEÑOR”, el Dr. Néstor Maquieira. Tranquilo y generoso, nos invitaba a acompañarlo al Hospital Somer en la localidad de General Rodríguez, todo un programa de sábado.
El último año, fue la rotación en cabeza y cuello, con el Dr. Pablo Curuchet en el Hospital Escuela San Martín. Grandes cirugías, mucha participación y en esos tiempos la necesidad de poder abarcar todo en su Servicio: biblioteca, patólogo, cirujano plástico, todo bajo su control, su mirada estaba en todo, fue una gran experiencia.
Cirugía estética fue mi última rotación y tuve la oportunidad de elegir donde concurrir. No tuve dudas de cursarla en el Hospital de Quemados con otro gran maestro, el Dr. Víctor Nacif Cabrera.
Egresé a mediados de 1990 y durante esos tres años, el Director de Curso, el Dr. Paulino Morales nos invitaba a participar en sus cirugías dado que élquería periódicamente tener contacto con sus cursitas e intercambiar opiniones respecto de las rotaciones.
Los que marcaron mi incierto futuro.
Guillermo Flaherty no se equivocó y siempre le estaré agradecido por su sabio consejo. Fue para mí muy importante conocer y poder trabajar codo a codo en todos estos Servicios.
Un espacio especial en este relato, lo deben ocupar Carlos Otero y Flavio M. Sturla. Otero fue una pérdida irreparable para el Hospital, su muerte temprana dejó un vacío que nunca nadie llenó. Mientras el primer equipo de quemados de Otero asistía a un sobrino de Flavio gravemente quemado, un fin de año y cerca del alta del paciente, le propone a Sturla crear un equipo de trauma facial. Otero le iba a dar uno de lo suyos, con sorpresa para todos, el elegido fui yo; sin consulta previa y con alguna resistencia interior asumí el compromiso. Hoy como todos saben, Flavio es en muchos sentidos, mi padre.
Como anécdota, hoy día Flavio Sturla con sus 79 años (nació el 17 de febrero de 1930), invita a los alumnos a su casa, por la mañana o por la tarde, media lunas de por medio, los días viernes, sábados o domingos, a compartir sus clases teóricas. Además los lleva al consultorio y a los diferentes sanatorios donde intervenimos. De esta manera, participan también de las cirugías; y todas las semanas se les brinda el programa de las cirugías con su lugar y fecha. Creo que la actitud docente de Flavio es innata, pero independientemente de un físico privilegiado y cerebro mejor, en estos tiempos de mezquindad generalizada, un ejemplo como éste merece ser resaltado. Yo sé que a Flavio no le gustan las alabanzas, prefiere que lo recuerden con una sonrisa y el abrazo en el encuentro casual en algún Congreso.
Desde el comienzo de la Carrera uno busca un MAESTRO que lo guíe, puede ser que sean varios los que marquen nuestro incierto futuro. Lo cierto que la rueda de la causalidad está en permanente movimiento y este relato es un ejemplo.
Esfuerzo, humildad, constancia en tratar de conquistar los sueños y por sobre todo, hacer siempre lo que nos haga feliz. Este es el relato de un hombre feliz.
Dirección del autor:
Suipacha 1087 – Piso 12 “A”
(1008) Capital Federal
4312-2965
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Publicado en Revista Argentina de Cirugía Plástica - Vol XV - Nº 4 - año 2009 - pág. 189-190.