CURSO SUPERIOR TRIENAL: VIVENCIA DE UNO DE SUS FUNDADORES
Dr. Flavio Sturla
Ex Jefe de Servicio de Cirugía Plástica Hosp. Aráoz Alfaro (Lanús)
Ex Presidente de Sociedad de Cirugía Plástica de Buenos Aires 1993/1994
Miembro de Honor de la Asociación Médica Argentina (AMA)
Cirujano Maestro SACPER
Prof. Consulto de la Cátedra de Cirugía Máxilo-Facial de la Universidad del Salvador (USAL).
Prof. Consulto del Curso Superior de Especialización de la SACPER- Escuela de Postgrado de la Asociación Médica Argentina (AMA
Prof. Consultor en Cirugía Máxilo-Facial Traumática del Servicio de Cirugía Plástica del Sanatorio Güemes (Jefe Serv. Dr. Alejandro Beltrami).
Soy un ferviente defensor de la docencia en medicina. Los Cursos y Carreras de especialización son muy necesarios. Vienen a cubrir una necesidad. Gracias a ellos, los jóvenes cirujanos tienen una herramienta ordenada para especializarse.
En la época en que me formé, ante la escasez de lugares y posibilidades, me ví en la obligación a trasladarme en 1957, a Montevideo, con el Dr. Jorge De Vecchi; en 1961, a Hamburgo, con el Dr. Karl Schuchardt; y en 1962, a Milán, con el Dr. Gustavo Sanvenero Roselli, para completar mi formación.
Hoy, con la existencia de estos Cursos, los jóvenes médicos tienen un lugar para especializarse en el país.
Los orígenes
En el Consejo Deliberante de la Ciudad de Buenos Aires, en 1964, se realizó un Congreso de nuestra especialidad. Una de esas jornadas se extendió demasiado. El motivo lo justificaba ampliamente; discutíamos apasionadamente acerca del tratamiento del paciente quemado. Tratábamos de encontrar la mejor manera de realizar su tratamiento local. Como la noche nos sorprendió, propuse continuar nuestro intercambio de ideas, en mi casa, en Berutti y Larrea. Alrededor de aquella mesa de discusión, estaban los Dres. Raúl Fernández Humble, Enrique Gandolfo, Oscar Mallo, Néstor Maquieira y el que les habla.
Hoy me resulta imposible precisar a qué conclusión arribamos. Pero de lo que estoy seguro, es que fue muy fructífera. Tanto es así, que los invité a seguir reuniéndonos regularmente, lo que fue aceptado de inmediato y en forma unánime por el grupo. A partir de allí, nos juntábamos en “ateneo” en mi consultorio, en Juncal y Agüero, los días lunes a las 19 horas. Estas reuniones se realizaron durante bastante tiempo.
Con el paso del tiempo y en la década del 70, Maquieira nos propuso hacer un curso de postgrado en cirugía plástica en la Universidad del Salvador.
En estas reuniones, nos dimos cuenta que: Oscar Mallo estaba en el Hospital de Niños “Ricardo Gutierrez” de barrio Norte y se dedicaba a cirugía infantil; Enrique Gandolfo en el Hospital Oncológico de Parque Centenario y hacía cirugía oncológica; Raúl Fernández Humble en el Hospital “Ignacio Pirivano” de Belgrano, donde hacía cirugía estética; Néstor Maquieira en el Hospital “Mariano Castex” de San Martín, donde hacía cirugía de miembros; y quien relata en el Hospital “Aráoz Alfaro” de Lanús, donde mi fuerte era cirugía máxilofacial.
Para completar el equipo, nos faltaba un especializado en quemaduras y un Director del Curso. Yo fui el encargado de hablar con Fortunato Benaim, del Instituto Municipal del Quemados, quien aceptó de inmediato. Mientras que Maquieira, le solicitó al Dr. Héctor Salvador Marino, que se encargara de la Dirección del Curso, quien también aceptó encantado.
Las clases se empezaron dictando en ese entonces, en un edificio situado en la calle Riobamba, entre Tucumán y Lavalle. Se accedía al aula, en el primer piso por una escalera de madera. Actualmente, se dictan en el tercer piso del edificio a la vuelta, sobre la calle Tucumán; y hay ascensor. Los tiempos cambian…
Marino le imprimió al Curso toda su personalidad. Era un hombre de fuerte carácter, que ponía mucho énfasis en la relación maestro-discípulo. Defendía el concepto de convivir con el alumno, a imagen de Sócrates, quien con su amigo “Academus”, que tenía una quinta en las afueras de Atenas, paseaba con sus discípulos, a la sombra de las higueras (Foto nº 1).
Precisamente, en sintonía con este concepto, Marino visitaba los hospitales donde se rotaba y participaba con los alumnos de los ateneos que allí se realizaban. Yo lo acompañé durante 15 años, mientras me desempeñaba como Secretario del Curso, hasta el año 1989(Foto nº 2).
Maquieira, además de ser un excelente cirujano, era también muy inquieto. Estaba en constante movimiento, en un estado de creación permanente. Su forma de ser lo indujo a replicar, el Curso del Salvador, dentro del ámbito de la SACPER, en 1977, constituyéndose así en el segundo Curso de Especialización en Cirugía Plástica en nuestro país.
El Curso de la SACPER tenía entonces los mismos hospitales y docentes, también iguales rotaciones e idéntico sistema de enseñanza que el del Salvador. Por ello, podemos afirmar que los fundadores de ambos Cursos somos los mismos.
La base de la formación médica-quirúrgica
Es difícil imaginarse la vida de un médico sin un hospital. El hospital acompaña la vida del médico. Puede ser por un tiempo o por todo el tiempo.
La vida hospitalaria alimenta, vigoriza y estimula. El médico debe tratar de tener un contacto permanente con el hospital.
El hospital es distinto al consultorio, al centro médico y a la clínica. Es un lugar único. Multidisciplinario o mejor, interdisciplinario. El hospital es inagotable. Tiene un valor en si mismo; si se lo sabe buscar, es incalculable e interminable. El hospital es una mezcla de asistencia, docencia e investigación. Allí se unen todos los caminos que van a Roma. Es la sabiduría. Es el esplendor de los conocimientos profundos.
El hospital, cuando el médico es “joven”, sirve para aprender; cuando es “adulto”, sirve para enseñar; y para el médico “viejo”, para actuar por presencia. El “viejo” está viviendo uno de los momentos más importantes de su vida; se puede transformar en símbolo, en ejemplo de vida, en “maestro”.
Si hablamos de un médico “cirujano”, esto cobra más relieve, más importancia. Entonces se agregan el quirófano y la morgue. Donde las técnicas quirúrgicas se desarrollan y se buscan, complementando en esos dos lugares sagrados, la formación del médico cirujano.
La investigación está allí, esperándonos. Nos permite descubrir lo ignorado por nosotros. Aparecen los inventos, los avances, lo nuevo!!!
La docencia allí también surge en el día a día, en forma natural y espontánea; fluye automáticamente en el contacto diario entre dos o más médicos…
Lo asistencial –finalmente- se hace “al por mayor”. Con los pacientes en el consultorio, en el quirófano, en la sala de internación, en los ateneos, en las interconsultas, etc.
Toda mi vida como médico cirujano he desarrollado la actividad asistencial, la docencia y la investigación en el hospital; ese vínculo, al día de hoy, sigue vigente.
El médico debe tratar de seguir conectado con el hospital, aún en edad avanzada. Es muy útil para los demás, porque actúa por presencia. Dignifica el lugar y estimula como ejemplo a los jóvenes médicos.
Por todas estas razones creo que la vida del médico es fundamentalmente una vida hospitalaria. Estoy convencido que los Cursos y Carreras de formación médica deben ser básicamente hospitalarios.
La Carrera de la USAL y el Curso Superior de SACPER, a los que acompaño desde sus inicios, tienen esta filosofía y muestran este camino al joven médico. En estos tiempos actuales, tan distintos a los tiempos en que yo me formé, veo con agrado y satisfacción que estos principios siguen siendo el estandarte de estas escuelas de formación.
Unas palabras de aliento
Quisiera escribir unos renglones finales referidos a la actual conducción del Curso Superior.
El entusiasmo que están poniendo las autoridades actuales es digno de destacar. Al Dr. Ricardo Losardo lo conozco de hace algunos años. Cuando el Dr. José Dos Santos -del Hospital Ramos Mejía- era Presidente de la Sociedad de Cirugía Plástica de Buenos Aires (1992/93) y yo lo acompañaba como Vicepresidente, conocimos el espíritu de trabajo de, por aquel entonces, nuestro Secretario General, el Dr. Ricardo Losardo: pura energía, empuje y esfuerzo. Luego de transcurridos diez años, en el 2002, comienza con la Dirección del Curso. Durante todos estos años que siguieron a continuación y en los que me desempeñé como docente del Curso, pude observar que ese mismo espíritu continúa presente. Tiene la fuerza de una “Caterpiller”, puede derribar cualquier obstáculo.
Esta Dirección ha logrado constituir un grupo docente compacto y dedicado a estos alumnos de postgrado; y todos ellos, son sinónimo de estudio, trabajo y perseverancia. Los tres pilares fundamentales de cualquier empresa exitosa. Sigan adelante y felicitaciones!!! (Foto nº 3)
Publicado en la Revista Argentina de Cirugía Plástica - Vol. XV - Nº 3 - 2009 - pág. 141-143
Ex Jefe de Servicio de Cirugía Plástica Hosp. Aráoz Alfaro (Lanús)
Ex Presidente de Sociedad de Cirugía Plástica de Buenos Aires 1993/1994
Miembro de Honor de la Asociación Médica Argentina (AMA)
Cirujano Maestro SACPER
Prof. Consulto de la Cátedra de Cirugía Máxilo-Facial de la Universidad del Salvador (USAL).
Prof. Consulto del Curso Superior de Especialización de la SACPER- Escuela de Postgrado de la Asociación Médica Argentina (AMA
Prof. Consultor en Cirugía Máxilo-Facial Traumática del Servicio de Cirugía Plástica del Sanatorio Güemes (Jefe Serv. Dr. Alejandro Beltrami).
Soy un ferviente defensor de la docencia en medicina. Los Cursos y Carreras de especialización son muy necesarios. Vienen a cubrir una necesidad. Gracias a ellos, los jóvenes cirujanos tienen una herramienta ordenada para especializarse.
En la época en que me formé, ante la escasez de lugares y posibilidades, me ví en la obligación a trasladarme en 1957, a Montevideo, con el Dr. Jorge De Vecchi; en 1961, a Hamburgo, con el Dr. Karl Schuchardt; y en 1962, a Milán, con el Dr. Gustavo Sanvenero Roselli, para completar mi formación.
Hoy, con la existencia de estos Cursos, los jóvenes médicos tienen un lugar para especializarse en el país.
Los orígenes
En el Consejo Deliberante de la Ciudad de Buenos Aires, en 1964, se realizó un Congreso de nuestra especialidad. Una de esas jornadas se extendió demasiado. El motivo lo justificaba ampliamente; discutíamos apasionadamente acerca del tratamiento del paciente quemado. Tratábamos de encontrar la mejor manera de realizar su tratamiento local. Como la noche nos sorprendió, propuse continuar nuestro intercambio de ideas, en mi casa, en Berutti y Larrea. Alrededor de aquella mesa de discusión, estaban los Dres. Raúl Fernández Humble, Enrique Gandolfo, Oscar Mallo, Néstor Maquieira y el que les habla.
Hoy me resulta imposible precisar a qué conclusión arribamos. Pero de lo que estoy seguro, es que fue muy fructífera. Tanto es así, que los invité a seguir reuniéndonos regularmente, lo que fue aceptado de inmediato y en forma unánime por el grupo. A partir de allí, nos juntábamos en “ateneo” en mi consultorio, en Juncal y Agüero, los días lunes a las 19 horas. Estas reuniones se realizaron durante bastante tiempo.
Con el paso del tiempo y en la década del 70, Maquieira nos propuso hacer un curso de postgrado en cirugía plástica en la Universidad del Salvador.
En estas reuniones, nos dimos cuenta que: Oscar Mallo estaba en el Hospital de Niños “Ricardo Gutierrez” de barrio Norte y se dedicaba a cirugía infantil; Enrique Gandolfo en el Hospital Oncológico de Parque Centenario y hacía cirugía oncológica; Raúl Fernández Humble en el Hospital “Ignacio Pirivano” de Belgrano, donde hacía cirugía estética; Néstor Maquieira en el Hospital “Mariano Castex” de San Martín, donde hacía cirugía de miembros; y quien relata en el Hospital “Aráoz Alfaro” de Lanús, donde mi fuerte era cirugía máxilofacial.
Para completar el equipo, nos faltaba un especializado en quemaduras y un Director del Curso. Yo fui el encargado de hablar con Fortunato Benaim, del Instituto Municipal del Quemados, quien aceptó de inmediato. Mientras que Maquieira, le solicitó al Dr. Héctor Salvador Marino, que se encargara de la Dirección del Curso, quien también aceptó encantado.
Las clases se empezaron dictando en ese entonces, en un edificio situado en la calle Riobamba, entre Tucumán y Lavalle. Se accedía al aula, en el primer piso por una escalera de madera. Actualmente, se dictan en el tercer piso del edificio a la vuelta, sobre la calle Tucumán; y hay ascensor. Los tiempos cambian…
Marino le imprimió al Curso toda su personalidad. Era un hombre de fuerte carácter, que ponía mucho énfasis en la relación maestro-discípulo. Defendía el concepto de convivir con el alumno, a imagen de Sócrates, quien con su amigo “Academus”, que tenía una quinta en las afueras de Atenas, paseaba con sus discípulos, a la sombra de las higueras (Foto nº 1).
Precisamente, en sintonía con este concepto, Marino visitaba los hospitales donde se rotaba y participaba con los alumnos de los ateneos que allí se realizaban. Yo lo acompañé durante 15 años, mientras me desempeñaba como Secretario del Curso, hasta el año 1989(Foto nº 2).
Maquieira, además de ser un excelente cirujano, era también muy inquieto. Estaba en constante movimiento, en un estado de creación permanente. Su forma de ser lo indujo a replicar, el Curso del Salvador, dentro del ámbito de la SACPER, en 1977, constituyéndose así en el segundo Curso de Especialización en Cirugía Plástica en nuestro país.
El Curso de la SACPER tenía entonces los mismos hospitales y docentes, también iguales rotaciones e idéntico sistema de enseñanza que el del Salvador. Por ello, podemos afirmar que los fundadores de ambos Cursos somos los mismos.
La base de la formación médica-quirúrgica
Es difícil imaginarse la vida de un médico sin un hospital. El hospital acompaña la vida del médico. Puede ser por un tiempo o por todo el tiempo.
La vida hospitalaria alimenta, vigoriza y estimula. El médico debe tratar de tener un contacto permanente con el hospital.
El hospital es distinto al consultorio, al centro médico y a la clínica. Es un lugar único. Multidisciplinario o mejor, interdisciplinario. El hospital es inagotable. Tiene un valor en si mismo; si se lo sabe buscar, es incalculable e interminable. El hospital es una mezcla de asistencia, docencia e investigación. Allí se unen todos los caminos que van a Roma. Es la sabiduría. Es el esplendor de los conocimientos profundos.
El hospital, cuando el médico es “joven”, sirve para aprender; cuando es “adulto”, sirve para enseñar; y para el médico “viejo”, para actuar por presencia. El “viejo” está viviendo uno de los momentos más importantes de su vida; se puede transformar en símbolo, en ejemplo de vida, en “maestro”.
Si hablamos de un médico “cirujano”, esto cobra más relieve, más importancia. Entonces se agregan el quirófano y la morgue. Donde las técnicas quirúrgicas se desarrollan y se buscan, complementando en esos dos lugares sagrados, la formación del médico cirujano.
La investigación está allí, esperándonos. Nos permite descubrir lo ignorado por nosotros. Aparecen los inventos, los avances, lo nuevo!!!
La docencia allí también surge en el día a día, en forma natural y espontánea; fluye automáticamente en el contacto diario entre dos o más médicos…
Lo asistencial –finalmente- se hace “al por mayor”. Con los pacientes en el consultorio, en el quirófano, en la sala de internación, en los ateneos, en las interconsultas, etc.
Toda mi vida como médico cirujano he desarrollado la actividad asistencial, la docencia y la investigación en el hospital; ese vínculo, al día de hoy, sigue vigente.
El médico debe tratar de seguir conectado con el hospital, aún en edad avanzada. Es muy útil para los demás, porque actúa por presencia. Dignifica el lugar y estimula como ejemplo a los jóvenes médicos.
Por todas estas razones creo que la vida del médico es fundamentalmente una vida hospitalaria. Estoy convencido que los Cursos y Carreras de formación médica deben ser básicamente hospitalarios.
La Carrera de la USAL y el Curso Superior de SACPER, a los que acompaño desde sus inicios, tienen esta filosofía y muestran este camino al joven médico. En estos tiempos actuales, tan distintos a los tiempos en que yo me formé, veo con agrado y satisfacción que estos principios siguen siendo el estandarte de estas escuelas de formación.
Unas palabras de aliento
Quisiera escribir unos renglones finales referidos a la actual conducción del Curso Superior.
El entusiasmo que están poniendo las autoridades actuales es digno de destacar. Al Dr. Ricardo Losardo lo conozco de hace algunos años. Cuando el Dr. José Dos Santos -del Hospital Ramos Mejía- era Presidente de la Sociedad de Cirugía Plástica de Buenos Aires (1992/93) y yo lo acompañaba como Vicepresidente, conocimos el espíritu de trabajo de, por aquel entonces, nuestro Secretario General, el Dr. Ricardo Losardo: pura energía, empuje y esfuerzo. Luego de transcurridos diez años, en el 2002, comienza con la Dirección del Curso. Durante todos estos años que siguieron a continuación y en los que me desempeñé como docente del Curso, pude observar que ese mismo espíritu continúa presente. Tiene la fuerza de una “Caterpiller”, puede derribar cualquier obstáculo.
Esta Dirección ha logrado constituir un grupo docente compacto y dedicado a estos alumnos de postgrado; y todos ellos, son sinónimo de estudio, trabajo y perseverancia. Los tres pilares fundamentales de cualquier empresa exitosa. Sigan adelante y felicitaciones!!! (Foto nº 3)
Publicado en la Revista Argentina de Cirugía Plástica - Vol. XV - Nº 3 - 2009 - pág. 141-143
Foto nº 1 - Flavio
Sturla “caminando bajo la higuera…” con Pablo
Núñez y Adrián Vallejos (médicos del Curso), el 15-6-09.
Foto nº 2 -
Dres. Flavio Sturla y Héctor S. Marino, el 6-9-94.
Foto nº 3 - El Dr. Flavio Sturla rodeado de algunos alumnos
y profesores del Curso en la sede de SACPER el 25-6-09 .