EL CURSO SUPERIOR TRIENAL:
UNA PINCELADA DE COLORES VIVOS EN MI VIDA
Dr. Alfredo Ricardo Bigeschi
Promoción 1983- Curso Superior de Especialización en Cirugía Plástica.
Subdirector Médico - Hospital de Quemados (GCBA).
Ante la invitación de la actual Dirección del Curso Superior Trienal, escribo estas líneas como egresado del mismo. Resulta original la idea de armar la historia del Curso a través del recuerdo de sus principales protagonistas: sus alumnos y sus docentes (algunos de ellos, sus fundadores).
Al momento de escribir estas líneas aparecieron en la Revista Argentina de Cirugía Plástica varios artículos referidos al Curso, que dan un panorama de lo vivido en él por distintos protagonistas (1, 2, 3, 4, 5, 6). De tal manera, que en este relato será inevitable hacer algunas referencias de ellos.
La etapa inicial de médico.
Desde mi infancia tuve “inclinaciones plásticas”, primero el dibujo, luego la pintura y ya en la adolescencia, el modelado de arcilla. Por otra parte, la figura del “médico” me resultaba paradigmática; y ya en la escuela primaria sabía que quería ser médico. Llegado el momento ingresé a Medicina, en la UBA.
Hasta tercer año, sin embargo, mi inclinación era al psicoanálisis; pero al comenzar la Unidad Hospitalaria en el Argerich y con la primera oportunidad de entrar a un quirófano, cursando Urología, cambió todo. Así siendo estudiante y bajando las escaleras de aquel hospital, en un mediodía soleado -que recuerdo como si fuera hoy- supe que sería cirujano. Luego, terminando la Carrera, ya sabía que sería Cirujano Plástico. Eso -tal vez- se lo debía a pesar de lo poco que había visto -en aquellos quirófanos- al cirujano plástico Dr. Pedro Sarkissian, parece que con eso me había bastado. Egresé como médico en 1972, ya seducido por la especialidad.
La etapa de la cirugía general.
En mi familia no había médicos a quienes pedir orientación, mi padre era periodista y poeta y por más que estaba muy orgulloso de su hijo “el doctor” no podía indicarme qué pasos dar. Preguntando supe que el paso siguiente era la residencia, pero no existía aún la residencia de cirugía plástica.
Acudí con mis dudas al Hospital Argerich, que yo sentía como “mi” hospital; y me aconsejaron hablar con el Dr. Alejandro Oría, el entonces Jefe de residentes (hoy académico de nota). Me aconsejó muy bien, me dijo que primero hiciera la residencia de cirugía general y recién luego me especializara. Que buscara algún maestro de quién aprender.
Sería el primero de muchos buenos consejos que me fue dando más tarde, porque hice toda mi residencia de cirugía en ese hospital y lo tuve de jefe en mi primer año, cuando más lo precisaba. No escapé a la regla, la mayoría de los que pasamos la dura experiencia de una residencia de cirugía general, recordamos esos años con cariño. Al terminarla, en 1975, había para los dos mejores de la camada destinos prefijados. Uno, sería el futuro jefe; y el otro, iba al Instituto Roffo a una segunda residencia, de un año de duración, en cirugía oncológica. Allí fui y terminé así mi año en el Roffo.
Mientras tanto, iba pensando en cómo llegar a formarme en cirugía plástica, cómo ir completando algo tan amplio y difícil de adquirir en un solo Servicio. Aunque ya me surgían otras dudas… Es que yo pensaba ¿Qué haré con toda la cirugía general aprendida? ¿Cuatro años de esfuerzo para comenzar de nuevo?
La etapa de aproximación a la cirugía plástica.
La irrupción del golpe del 76 me puso en una disyuntiva más urgente. Tenia unos 30 años. Quedarme o irme. Sin llegar a imaginar la magnitud que tendría, yo sabía lo que se venía. Intenté España, intenté el Sur, pero finalmente me quedé.
En esa época, hacía cursos de cirugía plástica, de cirugía torácica, etc. Trabajaba en el Centro Gallego como cirujano en el equipo del Dr. Tibaudìn (dedicado a vías biliares) pero en el consultorio privado atendía PAMI y algún que otro paciente de cirugía plástica. En esos casos, recurría invariablemente al Dr. Oscar Ziman, quien siempre estaba dispuesto a ayudarme y a enseñarme; y fue mi guía en este período de búsqueda de mi verdadera vocación. Otro que intervino, aunque sólo una vez, tajante como era para todo, fue mi gran amigo el “irlandés” Carlos Murphy, neurocirujano y compañero de mil andanzas. Cuando supo que dudaba, me dijo: “Alfredo, vos tenés un don para lo plástico (le gustaban mis pinturas). No pienses en nada más, dedicate a la cirugía plástica”.
A Ziman lo conocí fortuitamente en circunstancias en las que no me extenderé aquí; pero fue él quien me avisó de inscribirme -en el año 1977- en el 5º Congreso Argentino de la Sociedad de Cirugía Estética. En su transcurso, se concursaba una beca de un año y el ganador se anunciaría en la cena de clausura. Consistía en dos pasantías de seis meses cada una, con dos tutores miembros de la Sociedad que uno debía elegir. Esa noche yo estaba sentado junto a Ziman y cuando escuché mi nombre me sorprendí. Le urgí que me diera dos nombres para elegir tutores (yo ni había soñado ganar) “Chajchir y Spadafora”: me dijo y esos fueron los que pedí. Era la Beca “Jorge Fairman” y creo que allí comencé a vislumbrar el horizonte. Para mí fueron dos experiencias riquísimas. Con el primero, aprendí técnicas y maneras con las que me gané la vida muchos años; y con el segundo, la sencillez y practicidad para resolver los casos sin mistificaciones. Era ya 1978.
Al año siguiente, hice un Curso Anual con “Tito” Ziman y sus dos amigos, J. M. Robles y J. Lee. Los tres juntos en esa época eran un lujo…Yo soñaba con formar un grupo como aquel.
Recuerdo que en 1980, “Pepe” Robles, me aconsejó hacer el Curso Trienal de la AMA y me presenté. Así finalizaban cuatro años de indefinición y el nunca bien ponderado “Curso Trienal de la AMA” como lo llamábamos en aquel entonces…con sus seis rotaciones, apareció claramente como el camino a seguir. Ofrecía un recorrido completo por todas las facetas de la especialidad y con la posibilidad que obtuviéramos el título de especialista. Mejor panorama imposible.
La etapa del Curso Trienal de AMA.
Ingresé al Curso a mediados de 1980. Primero cursé Quemados; luego, Cirugía infantil; tercero, Cirugía maxilo-facial; después, Cirugía de miembros; en quinto lugar, Cirugía oncológica; y finalmente, Cirugía estética.
De mi primera rotación, en el Hospital de Quemados, recuerdo que hacia fines de ese mismo año logré entrar como cirujano de guardia en él. Al igual que a G. Polisky, J. C. Ortega y tantos otros, me había “capturado” el maestro Carlos Otero.
En esos tres años del Curso, tuve un entrañable compañero en Reynaldo Premat, con él cursé todas las materias y cumplíamos distintas tareas que nos daban en el Curso. En el Curso nos estimulaban a investigar y nos despertaban así el interés para profundizar sobre distintos aspectos de la especialidad. Leia todo lo que podía, en inglés, en francés. En especial, recuerdo que me llamó la atención un artículo de Sauveur-Elbaz sobre colgajos de cuero cabelludo a los que expandía en ancho, haciendo incisiones en la galea. Yo quería ver si podía expandirlos en largo. Operamos con Premat unas ratas que una vez que cicatrizaron con éxito nos sirvieron para un trabajo de experimentación que publicó la Revista “Cirugía Plástica Argentina” en 1982 (Vol 6 - N° 2). Falto ver si funcionaba en humanos. También hacíamos planes… Yo quería que el cordobés se quedara porque soñaba, como ya dije, con hacer un trío como aquel: “Robles-Ziman-Lee”. Pero terminado el Curso volvió a su provincia. Fin del sueño!!!
Las rotaciones fueron todas muy buenas y ya las describió muy bien nuestro compañero de camada, el Dr. Silvano Plazzotta (1), pero dos me quedaron en el corazón y fueron por motivos diferentes. Una, la del Hospital Gutiérrez y la que me tocó luego, en el Aráoz Alfaro. La del Niños, porque cursándola falleció mi padre y para mí fue inolvidable haber visto presentarse en el velatorio al Dr. Pedro Dogliotti y a mis compañeros, de la AMA y del Salvador, los inseparables F. Tuccilo y A. Ferrero. La del Aráoz, porque no creo que nadie que halla estado un tiempo con Flavio Sturla pueda haber quedado indemne. Flavio volaba y yo lo seguía, nunca volví a volar después… En la bandada estábamos O. Ventura, D. Absi, J. Buquet y yo. Volando llegamos a la Academia Nacional de Medicina y nos llevamos una medalla en el pico. ¡¡Ave Flavio!! Te saludo. El trabajo era sobre biomecánica de la anatomía craneofacial en los traumatismos. Flavio descubría pilares y anillos y dibujaba en las paredes. A mi que tenía facilidad para el dibujo y el trabajo manual me resultaba sencillo traducir en láminas las ideas que el maestro soltaba a borbotones. Un día sinteticé todo en un “cráneo” de alambres y poxilina, lo pinté con colores para destacar los anillos y pilares de los que hablaba Flavio y se lo llevé. Que alegría se le pintó en la cara!! Daba una conferencia en esos días y la dio con el “monstruo de alambre” (así lo bautizó) en una mano. Yo no cabía en mí del orgullo que sentía. ¡Qué hermosas cosas me dio el Curso que hoy me invitan a recordar!
Egresé a mediados de 1983 junto con Premat y Plazzotta; y el último examen que rendí estaban presentes nada más y nada menos que los maestros Ernesto Malbec y Adrián Spadafora, dos pioneros de la especialidad. Mi monografía que era sobre injertos de cartílago en las rinoplastias, motivó que Malbec me invitara a su estudio y además de obsequiarme copias de sus trabajos precursores en implantes nasales, me diera sin querer uno de los mejores ejemplos de vocación docente. Así, ya era cirujano plástico, que era lo que más me gustaba en la vida.
Reflexiones de un egresado.
Ha pasado un cuarto siglo desde mi graduación del Curso y estoy transitando la sexta década de mi vida. La vida se puede resumir en un gran mural, con algunas pinceladas de colores que se destacan sobre un fondo uniforme, tal vez monótono que es el color de “lo cotidiano” y “lo habitual”. Estas líneas destacan aquellos momentos-colores llamativos, propios de cada experiencia humana, tan individual como la naturaleza misma.
El Curso Superior Trienal, está resumido en este mural de mi vida con colores especiales. Tal vez sean sus docentes, los alumnos, los pacientes, una época de nuestra juventud, un mundo lleno de desafíos e ilusiones, la sensación de la eternidad, del todo puedo y tantas cosas más…Cientos de puertas para abrir, cientos de caminos posibles…En esa época se podía tejer cualquier historia y todas las historias al mismo tiempo. En medio de esta escena fundamentalmente juvenil, un grupo de docentes, todos de excelsa vocación, guiaban a este grupo de “bravos muchachos”, futuros cirujanos plásticos que iniciaban sus primeros pasos de carrera profesional… Así estos docentes -que se han ido renovando con el tiempo- constituyen un equipo compacto y único, que además realizan excelentemente bien su tarea asistencial, lidiando con la dura vida hospitalaria, por la que todos hemos transitado, curando y enseñando sin cesar... Esta es, en resumen, la esencia y el espíritu de este noble Curso. Prueba de ello, son las experiencias relatadas por algunos de los profesores y autoridades del Curso (2, 3, 4, 5, 6).
Que un Curso de estas características se mantenga, crezca y se posicione a lo largo de tanto tiempo en un país como el nuestro es doblemente valioso. Felicito a la conducción actual y a las anteriores por la tarea llevada a cabo en todos estos años (6).
Pido perdón a muchos que no he nombrado. No los olvidé, sólo que no encontré la anécdota donde incluirlos, pero de todos guardo un grato recuerdo y desde aquí los abrazo. Agradezco al Director actual del Curso Superior Trienal, el Dr. Ricardo Losardo, el haberme invitado a este paseo emocionado.
Bibliografía
1) Plazzotta, S. L.: Mis recuerdos del Curso de Especialistas en Cirugía Plástica. Revista Argentina de Cirugía Plástica, 2009; 15: 144-145.
2) Sturla, F.: Curso Superior Trienal: vivencia de uno de sus fundadores. Revista Argentina de Cirugía Plástica, 2009; 15: 141-143.
3) Toledo Ríos, R.: Origen y evolución del Curso Superior de Especialización en Cirugía Plástica – SACPER. Revista Argentina de Cirugía Plástica, 2009; 15: 139-140.
4) De Santis, U. M. J.: Curso Superior Trienal: mirada retrospectiva y análisis actual de un protagonista. Revista Argentina de Cirugía Plástica, 2009; 15: 135-138.
5) Nacif Cabrera, V.: Curso Superior Trienal SACPER, un lugar de formación y capacitación. Revista Argentina de Cirugía Plástica, 2009; 15: 133-134.
6) Losardo, R. y col.: La formación y titulación del Cirujano Plástico en la SACPER. Revista Argentina de Cirugía Plástica, 2009; 15: 128-132.
Dirección del autor:
Uspallata 896 4° D
(1268) Capital Federal
Tel. 15-4445-0801
[email protected]
Promoción 1983- Curso Superior de Especialización en Cirugía Plástica.
Subdirector Médico - Hospital de Quemados (GCBA).
Ante la invitación de la actual Dirección del Curso Superior Trienal, escribo estas líneas como egresado del mismo. Resulta original la idea de armar la historia del Curso a través del recuerdo de sus principales protagonistas: sus alumnos y sus docentes (algunos de ellos, sus fundadores).
Al momento de escribir estas líneas aparecieron en la Revista Argentina de Cirugía Plástica varios artículos referidos al Curso, que dan un panorama de lo vivido en él por distintos protagonistas (1, 2, 3, 4, 5, 6). De tal manera, que en este relato será inevitable hacer algunas referencias de ellos.
La etapa inicial de médico.
Desde mi infancia tuve “inclinaciones plásticas”, primero el dibujo, luego la pintura y ya en la adolescencia, el modelado de arcilla. Por otra parte, la figura del “médico” me resultaba paradigmática; y ya en la escuela primaria sabía que quería ser médico. Llegado el momento ingresé a Medicina, en la UBA.
Hasta tercer año, sin embargo, mi inclinación era al psicoanálisis; pero al comenzar la Unidad Hospitalaria en el Argerich y con la primera oportunidad de entrar a un quirófano, cursando Urología, cambió todo. Así siendo estudiante y bajando las escaleras de aquel hospital, en un mediodía soleado -que recuerdo como si fuera hoy- supe que sería cirujano. Luego, terminando la Carrera, ya sabía que sería Cirujano Plástico. Eso -tal vez- se lo debía a pesar de lo poco que había visto -en aquellos quirófanos- al cirujano plástico Dr. Pedro Sarkissian, parece que con eso me había bastado. Egresé como médico en 1972, ya seducido por la especialidad.
La etapa de la cirugía general.
En mi familia no había médicos a quienes pedir orientación, mi padre era periodista y poeta y por más que estaba muy orgulloso de su hijo “el doctor” no podía indicarme qué pasos dar. Preguntando supe que el paso siguiente era la residencia, pero no existía aún la residencia de cirugía plástica.
Acudí con mis dudas al Hospital Argerich, que yo sentía como “mi” hospital; y me aconsejaron hablar con el Dr. Alejandro Oría, el entonces Jefe de residentes (hoy académico de nota). Me aconsejó muy bien, me dijo que primero hiciera la residencia de cirugía general y recién luego me especializara. Que buscara algún maestro de quién aprender.
Sería el primero de muchos buenos consejos que me fue dando más tarde, porque hice toda mi residencia de cirugía en ese hospital y lo tuve de jefe en mi primer año, cuando más lo precisaba. No escapé a la regla, la mayoría de los que pasamos la dura experiencia de una residencia de cirugía general, recordamos esos años con cariño. Al terminarla, en 1975, había para los dos mejores de la camada destinos prefijados. Uno, sería el futuro jefe; y el otro, iba al Instituto Roffo a una segunda residencia, de un año de duración, en cirugía oncológica. Allí fui y terminé así mi año en el Roffo.
Mientras tanto, iba pensando en cómo llegar a formarme en cirugía plástica, cómo ir completando algo tan amplio y difícil de adquirir en un solo Servicio. Aunque ya me surgían otras dudas… Es que yo pensaba ¿Qué haré con toda la cirugía general aprendida? ¿Cuatro años de esfuerzo para comenzar de nuevo?
La etapa de aproximación a la cirugía plástica.
La irrupción del golpe del 76 me puso en una disyuntiva más urgente. Tenia unos 30 años. Quedarme o irme. Sin llegar a imaginar la magnitud que tendría, yo sabía lo que se venía. Intenté España, intenté el Sur, pero finalmente me quedé.
En esa época, hacía cursos de cirugía plástica, de cirugía torácica, etc. Trabajaba en el Centro Gallego como cirujano en el equipo del Dr. Tibaudìn (dedicado a vías biliares) pero en el consultorio privado atendía PAMI y algún que otro paciente de cirugía plástica. En esos casos, recurría invariablemente al Dr. Oscar Ziman, quien siempre estaba dispuesto a ayudarme y a enseñarme; y fue mi guía en este período de búsqueda de mi verdadera vocación. Otro que intervino, aunque sólo una vez, tajante como era para todo, fue mi gran amigo el “irlandés” Carlos Murphy, neurocirujano y compañero de mil andanzas. Cuando supo que dudaba, me dijo: “Alfredo, vos tenés un don para lo plástico (le gustaban mis pinturas). No pienses en nada más, dedicate a la cirugía plástica”.
A Ziman lo conocí fortuitamente en circunstancias en las que no me extenderé aquí; pero fue él quien me avisó de inscribirme -en el año 1977- en el 5º Congreso Argentino de la Sociedad de Cirugía Estética. En su transcurso, se concursaba una beca de un año y el ganador se anunciaría en la cena de clausura. Consistía en dos pasantías de seis meses cada una, con dos tutores miembros de la Sociedad que uno debía elegir. Esa noche yo estaba sentado junto a Ziman y cuando escuché mi nombre me sorprendí. Le urgí que me diera dos nombres para elegir tutores (yo ni había soñado ganar) “Chajchir y Spadafora”: me dijo y esos fueron los que pedí. Era la Beca “Jorge Fairman” y creo que allí comencé a vislumbrar el horizonte. Para mí fueron dos experiencias riquísimas. Con el primero, aprendí técnicas y maneras con las que me gané la vida muchos años; y con el segundo, la sencillez y practicidad para resolver los casos sin mistificaciones. Era ya 1978.
Al año siguiente, hice un Curso Anual con “Tito” Ziman y sus dos amigos, J. M. Robles y J. Lee. Los tres juntos en esa época eran un lujo…Yo soñaba con formar un grupo como aquel.
Recuerdo que en 1980, “Pepe” Robles, me aconsejó hacer el Curso Trienal de la AMA y me presenté. Así finalizaban cuatro años de indefinición y el nunca bien ponderado “Curso Trienal de la AMA” como lo llamábamos en aquel entonces…con sus seis rotaciones, apareció claramente como el camino a seguir. Ofrecía un recorrido completo por todas las facetas de la especialidad y con la posibilidad que obtuviéramos el título de especialista. Mejor panorama imposible.
La etapa del Curso Trienal de AMA.
Ingresé al Curso a mediados de 1980. Primero cursé Quemados; luego, Cirugía infantil; tercero, Cirugía maxilo-facial; después, Cirugía de miembros; en quinto lugar, Cirugía oncológica; y finalmente, Cirugía estética.
De mi primera rotación, en el Hospital de Quemados, recuerdo que hacia fines de ese mismo año logré entrar como cirujano de guardia en él. Al igual que a G. Polisky, J. C. Ortega y tantos otros, me había “capturado” el maestro Carlos Otero.
En esos tres años del Curso, tuve un entrañable compañero en Reynaldo Premat, con él cursé todas las materias y cumplíamos distintas tareas que nos daban en el Curso. En el Curso nos estimulaban a investigar y nos despertaban así el interés para profundizar sobre distintos aspectos de la especialidad. Leia todo lo que podía, en inglés, en francés. En especial, recuerdo que me llamó la atención un artículo de Sauveur-Elbaz sobre colgajos de cuero cabelludo a los que expandía en ancho, haciendo incisiones en la galea. Yo quería ver si podía expandirlos en largo. Operamos con Premat unas ratas que una vez que cicatrizaron con éxito nos sirvieron para un trabajo de experimentación que publicó la Revista “Cirugía Plástica Argentina” en 1982 (Vol 6 - N° 2). Falto ver si funcionaba en humanos. También hacíamos planes… Yo quería que el cordobés se quedara porque soñaba, como ya dije, con hacer un trío como aquel: “Robles-Ziman-Lee”. Pero terminado el Curso volvió a su provincia. Fin del sueño!!!
Las rotaciones fueron todas muy buenas y ya las describió muy bien nuestro compañero de camada, el Dr. Silvano Plazzotta (1), pero dos me quedaron en el corazón y fueron por motivos diferentes. Una, la del Hospital Gutiérrez y la que me tocó luego, en el Aráoz Alfaro. La del Niños, porque cursándola falleció mi padre y para mí fue inolvidable haber visto presentarse en el velatorio al Dr. Pedro Dogliotti y a mis compañeros, de la AMA y del Salvador, los inseparables F. Tuccilo y A. Ferrero. La del Aráoz, porque no creo que nadie que halla estado un tiempo con Flavio Sturla pueda haber quedado indemne. Flavio volaba y yo lo seguía, nunca volví a volar después… En la bandada estábamos O. Ventura, D. Absi, J. Buquet y yo. Volando llegamos a la Academia Nacional de Medicina y nos llevamos una medalla en el pico. ¡¡Ave Flavio!! Te saludo. El trabajo era sobre biomecánica de la anatomía craneofacial en los traumatismos. Flavio descubría pilares y anillos y dibujaba en las paredes. A mi que tenía facilidad para el dibujo y el trabajo manual me resultaba sencillo traducir en láminas las ideas que el maestro soltaba a borbotones. Un día sinteticé todo en un “cráneo” de alambres y poxilina, lo pinté con colores para destacar los anillos y pilares de los que hablaba Flavio y se lo llevé. Que alegría se le pintó en la cara!! Daba una conferencia en esos días y la dio con el “monstruo de alambre” (así lo bautizó) en una mano. Yo no cabía en mí del orgullo que sentía. ¡Qué hermosas cosas me dio el Curso que hoy me invitan a recordar!
Egresé a mediados de 1983 junto con Premat y Plazzotta; y el último examen que rendí estaban presentes nada más y nada menos que los maestros Ernesto Malbec y Adrián Spadafora, dos pioneros de la especialidad. Mi monografía que era sobre injertos de cartílago en las rinoplastias, motivó que Malbec me invitara a su estudio y además de obsequiarme copias de sus trabajos precursores en implantes nasales, me diera sin querer uno de los mejores ejemplos de vocación docente. Así, ya era cirujano plástico, que era lo que más me gustaba en la vida.
Reflexiones de un egresado.
Ha pasado un cuarto siglo desde mi graduación del Curso y estoy transitando la sexta década de mi vida. La vida se puede resumir en un gran mural, con algunas pinceladas de colores que se destacan sobre un fondo uniforme, tal vez monótono que es el color de “lo cotidiano” y “lo habitual”. Estas líneas destacan aquellos momentos-colores llamativos, propios de cada experiencia humana, tan individual como la naturaleza misma.
El Curso Superior Trienal, está resumido en este mural de mi vida con colores especiales. Tal vez sean sus docentes, los alumnos, los pacientes, una época de nuestra juventud, un mundo lleno de desafíos e ilusiones, la sensación de la eternidad, del todo puedo y tantas cosas más…Cientos de puertas para abrir, cientos de caminos posibles…En esa época se podía tejer cualquier historia y todas las historias al mismo tiempo. En medio de esta escena fundamentalmente juvenil, un grupo de docentes, todos de excelsa vocación, guiaban a este grupo de “bravos muchachos”, futuros cirujanos plásticos que iniciaban sus primeros pasos de carrera profesional… Así estos docentes -que se han ido renovando con el tiempo- constituyen un equipo compacto y único, que además realizan excelentemente bien su tarea asistencial, lidiando con la dura vida hospitalaria, por la que todos hemos transitado, curando y enseñando sin cesar... Esta es, en resumen, la esencia y el espíritu de este noble Curso. Prueba de ello, son las experiencias relatadas por algunos de los profesores y autoridades del Curso (2, 3, 4, 5, 6).
Que un Curso de estas características se mantenga, crezca y se posicione a lo largo de tanto tiempo en un país como el nuestro es doblemente valioso. Felicito a la conducción actual y a las anteriores por la tarea llevada a cabo en todos estos años (6).
Pido perdón a muchos que no he nombrado. No los olvidé, sólo que no encontré la anécdota donde incluirlos, pero de todos guardo un grato recuerdo y desde aquí los abrazo. Agradezco al Director actual del Curso Superior Trienal, el Dr. Ricardo Losardo, el haberme invitado a este paseo emocionado.
Bibliografía
1) Plazzotta, S. L.: Mis recuerdos del Curso de Especialistas en Cirugía Plástica. Revista Argentina de Cirugía Plástica, 2009; 15: 144-145.
2) Sturla, F.: Curso Superior Trienal: vivencia de uno de sus fundadores. Revista Argentina de Cirugía Plástica, 2009; 15: 141-143.
3) Toledo Ríos, R.: Origen y evolución del Curso Superior de Especialización en Cirugía Plástica – SACPER. Revista Argentina de Cirugía Plástica, 2009; 15: 139-140.
4) De Santis, U. M. J.: Curso Superior Trienal: mirada retrospectiva y análisis actual de un protagonista. Revista Argentina de Cirugía Plástica, 2009; 15: 135-138.
5) Nacif Cabrera, V.: Curso Superior Trienal SACPER, un lugar de formación y capacitación. Revista Argentina de Cirugía Plástica, 2009; 15: 133-134.
6) Losardo, R. y col.: La formación y titulación del Cirujano Plástico en la SACPER. Revista Argentina de Cirugía Plástica, 2009; 15: 128-132.
Dirección del autor:
Uspallata 896 4° D
(1268) Capital Federal
Tel. 15-4445-0801
[email protected]